BLADE RUNNER (1982)
Sigue lloviendo, aún recuerdo cuando llover significaba divertirse saltando y salpicando de charco en charco…
Es hora de levantarse, creo que queda algo del café de ayer y con suerte unos pocos tallarines. Cómo añoro aquellas hamburguesas y perritos calientes…
Si no me doy prisa no voy a llegar. Se me olvidaba, mi arma. Quién sabe, hoy podría haber controles sorpresa en Tyrell Corporation. Odio los tests, me ponen nervioso. Siempre me han puesto, desde aquel día en el instituto…
Se que nunca he saltado encima de un charco, nunca he probado una hamburguesa y tampoco he ido a ningún instituto. Soy un replicante. Pero algo en mi interior no quiere aceptarlo.
Un grupo de “replicantes”, seres sintéticos completamente idénticos a los humanos,
llega a la Tierra.
Rick Deckard es un “blade runner” retirado, detectives encargados de retirar replicantes, pese a su condición será el encargado de dar con ellos y detener sus planes.
DE R. SCOTT A H. FORD
Qué decir sobre Ridley Scott que no se haya dicho ya, ha trabajado todos los géneros del séptimo arte, desde el cine de ciencia ficción con “Blade Runner” y “Alien” (1979), el de fantasía; “Legend” (1985) -con lo poco que me gusta el Cruise…-, el dramático con la excepcional “Thelma & Louis” (1991), el bélico; “Black Hawk Down” (2001) o el épico, tanto en la era romana con la archiconocida “Gladiator” (2000) o la infravalorada “The Kingdom of Heaven” (2005).
Scott no solo es un profesional de la dirección, la estética de todas sus cintas reflejan la realidad de un artista. Un espectáculo visual. No siempre las luces y los colores son lo más bello, sino díganselo al gran Burton. La oscura atmósfera que está presente en Blade Runner es un buen ejemplo.
Los picados y contrapicados entre el protagonista y el antagonista son un fiel reflejo de la contraposición de valores y personalidades de ambos personajes. Por un lado está el bueno de la película, Rick Deckard interpretado estupendamente por Harrison Ford -esperando con ensusiasmo la última entrega de Indiana Jones-. Sencillamente clava el personaje, consigue que Deckard no sea el típico policía retirado. Prudente, sistemático, nostálgico… sufrirá una evolución mientras vaya acercándose de una u otra manera a los replicantes. En frente tenemos a Roy Batty, un “hombre” de constitución fuerte y de rasgos arios (en una posible de la teoría nazi del perfeccionismo racial…), en el papel Rutger Hauer -al que hemos visto en dos películas este año, “Batman Begins” y “Sin City”-. Al igual que nuestro héroe éste muestra con una sutileza preciosa su “sanchificación”. El resto del reparto realiza un trabajo correcto que complementa perfectamente a estos dos astros.
EL FUTURO MÁS REALISTA
Los Ángeles 2019, un telón de lluvia amarilla ensombrece unas luces de neón más típicos del Neotokio de “Akira” que la siempre iluminada ciudad de Nevada. Phillip K. Dick, autor de la novela “Do Androids Dream of Electric Sheep?” en la que se basa el guión de Hampton Fancher y David Peoples, nos muestra en otra de sus novelas “The Man on the High Castle” de igual manera un presente – futuro alternativo. En las ciudades estadounidenses los típicos rascacielos estarán adornados con luces de neón, los taxis – bicicleta correrán por las calles, los chalets ya no tendrán piscinas o casitas de madera en los árboles, sino sauces y laguitos artificiales. Por último la comida rápida de hot-dog y hamburguesas serán sustituidos por sushi. Parece que Dick sabía que la cultura oriental se impondría en occidente, el creía que esta vendría de las islas niponas, aunque los más posible es que sea el gigante asiático debido a su exponencial crecimiento.
Pero en Blade Runner en la ciudad de Los Ángeles no hay chalets, los privilegiados se han marchado de un planeta corrompido por la contaminación y por la mente del hombre. Por primera vez se presenta un futuro realista y no esplendoroso, lleno de luces y de color. Ya nos avisó con el excepcional decorado de su anterior película, “Alien” y aunque sea un ambiente tétrico y húmedo también lo es cercano y real al mismo tiempo.
Como todo el vestuario, trajes que no difieren mucho de los actuales (también de los actuales de 1982), un buen ejemplo es el traje de americana que lleva Rachel o la gabardina del protagonista Rick Deckard. Frente a la moda un poco más futurista de algunos replicantes, como el chubasquero transparente de Zhora.
Blade Runner es tildada por muchos críticos y no tan críticos como la base y comienzo de la ciencia ficción como la conocemos en estos momentos. Pero la verdad es que ninguna película posterior (y anterior) se le ha acercado. La única posible excepción sería la primera cinta de la trilogía de “Matrix” que llega a alcanzar la ambientación fantástica-realista pero no los dilemas éticos del film del director británico.
JUGAR A SER DIOS
El objetivo de los replicantes (y de muchísimas personas en la Historia) es prolongar su corta existencia, no se si sería correcto denominarla vida, aunque su ambicioso jefe desee la inmortalidad. Para ello van buscando uno a uno a los participes de su creación: Hannibal Chew encargado de crear los ojos, JF Sebastián diseñador genético y por último el Dr. Eldon Tyrell creador genético de los replicantes, se encarga de diseñar sus cerebros. Los replicantes van encontrando en orden a estos personajes, siempre buscando las mismas respuestas. Como pinocho buscando a la Hada Azul.
El miedo a la muerte tanto de forma natural como en forma del blade runner que les persigue, los replicantes se enfrentarán de forma suicida, aunque no todos de la misma manera. La fracción entre el amor a la vida y el miedo a la muerte jugarán un papel muy importante en la mente de estos personajes clónicos.
Como en las mal llamadas “novelas” de Unamuno el creado se confundirá en la niebla de la oscura Los Ángeles con el creador. Creador de vida. “Pero… ¿Quién vive?”
En medio de la vida y la muerte siempre se encontrará el amor. Los dos protagonistas, el bueno y la chica, Deckard y Rachel, surge el amor. Pero no es una relación normal. Hombre y replicante. A Rachel le quedan poco tiempo en este mundo. Salvando las distancias hace recordar a los romances de los personajes creados por Tolkien de “Beren y Lúthien” o “Aragorn y Arwen”. Un amor imposible, destinado al sacrificio y al sufrimiento.
En definitiva, Blade Runner es la película de ciencia ficción por excelencia, donde los temas éticos de la vida y la muerte se entrecruzan con una buena historia de amor, de la mano de una dirección excelente, una ambientación única y un plantel de actores de primera categoría.