“No habiendo Causa justa que proyectase incondicionadamente su justicia sobre la de los medios para que tal Causa alcanzase la victoria a la que el obligado cumplimiento de sus justos fines la hacía sin más acreedora, los medios quedaban libres para tener su propia e independiente medida de justicia. Así lo ilustra el ejemplo de Camilo, cuando, teniendo sometida a sitio, como general de los romanos, la ciudad de Felerios, el maestro público de los faliscos, que tenía confiados a su cargo todos los niños de la ciudad sitiada […], consiguió llevarlos hasta el campamento de los sitiadores y ponerlos en sus manos. A lo que Camilo, aun sabiendo que con sólo retener a los niños por rehenes […], tenía asegurada la rendición de la ciudad, consideró tan atroz la traición del maestro como impío y perverso de su parte el solo pensamiento de aprovecharse de ella para su victoria; y mandando desnudar al maestro y atarle las manos por detrás, proveyó a los niños de varas y látigos, para que, fustigándolo y haciéndolo avanzar delante de ellos, se volviesen libres a su ciudad […]. Los faliscos, entre quienes la infamia de su maestro había desencadenado la desesperación y el llanto que cabe imaginar, aclamaron y bendijeron a Camilo como quien había sabido poner
la justicia por encima de la victoria."
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[…] "La dominación exterior nos ofrece ejemplos […] del predominio de la convicción de la justicia de la propia Causa, del propio “tener razón”, sobre cualquier otro orden de consideraciones, como es el caso de aquella celebérrima salida de un mandatario norteamericano, que, dirigiéndose a otro que ante la opinión de apoyarse en Somoza para la política centroamericana de los Estados Unidos, le objetaba: “¡Si es un hijo de puta!”, respondió: “Pero es
nuestro hijo de puta”, donde, mediante un giro de ciento ochenta grados, la fórmula que los faliscos elogiaron en Camilo, “poner la justicia por encima de la victoria”, se invierte en “poner
la victoria por encima de cualquier justicia.”
Rafael Sánchez Ferlosio
Sobre la guerra
Me lo han traído los reyes, que siempre se portan. Es un libro imprescindible.
En realidad, toda la obra ensayística de Ferlosio es imprescindible.